Primera
página del relato 1 "Mari Carmen y las mariposas"
- Mariposas.
- Nombre común, genero femenino, número plural.
- Bien, muy bien, Mari Carmen.
Me gustaba ir a la escuela. Me gustaba la
gramática y los análisis gramaticales: sujeto, verbo, predicado.
Me gustaban las matemáticas y disfrutaba leyendo. Me gustaba la
maestra, era buena y valoraba lo que hacía.
- Eres una de mis mejores alumnas, si sigues así
llegarás muy lejos.
Pero la maestra se equivocaba, no llegué muy
lejos, nunca pude salir de este lugar. Como dijo alguien alguna vez:
el
problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo.
Y yo no tenía tiempo para nada más, ni para estudiar, ni para
leer, ni para ir a ninguna parte. Por eso, no he salido de aquí.
A los doce años dejé la escuela para ayudar en
casa. Éramos cuatro hermanos y dos hermanas, y no nos sobraba el
dinero. A los catorce comencé a trabajar, ayudando a mi tío en su
taller mecánico. Yo escribía con letra clara y era buena haciendo
cuentas: sumas, restas, multiplicaciones, divisiones; suficiente
para que mi tío me colocase en la oficina. Al principio, me
ayudaba, me decía lo que tenía que hacer y cómo hacerlo.
Enseguida dejé de necesitar su ayuda. Más tarde, hice algunas
sugerencias que mejoraron mucho todo el proceso de contabilidad. A
los dieciséis años era toda una experta en facturación, gestión
de pedidos y correspondencia. Una especie de oficinista todo
terreno. Mi tío estaba muy contento conmigo, y yo también con él
y con mi trabajo.
Por el taller pasaban solo hombres. Las mujeres
no conducían en aquella época y las que conducían no frecuentaban
nuestro taller. Eran hombres, solo hombres, hombres de todas las
edades y de todas las categorías humanas; hombres que muchas veces
me gastaban bromas:
- Oye, Mari Carmen, ¿qué te pasa, estás
enferma?
- ¿Yo? No, no estoy enferma, ¿por qué lo
dices?
- Por esos dos bultitos que tienes ahí (dijo
uno, señalándome el pecho).
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